La vida y el trabajo como chef de yate
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Tiempo de lectura 5 min
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En una de mis travesías más desafiantes, navegamos durante dieciséis días sin ver tierra firme. A bordo de un yate de 58 metros, partimos de Palma de Mallorca rumbo a las Bahamas, haciendo breves escalas en Gibraltar, Tenerife y Puerto Rico. Durante este viaje, compartí espacio con una tripulación diversa de diez personas, provenientes de nueve países distintos. Como chef, mi misión no era solo alimentar a la tripulación, sino también mantener su moral alta y su bienestar físico a través de una alimentación adecuada, nutritiva y personalizada.
Cocinar en un entorno así va mucho más allá de lo culinario. Los traslados de yates no son viajes de placer, sino parte esencial de la industria náutica, con largas jornadas de trabajo para todos los miembros. El barco se convierte en nuestro hogar y lugar de trabajo, una especie de refugio que, al igual que nosotros lo cuidamos, también nos protege. Llevo más de 14 años trabajando como chef en yates, y aunque mi primera experiencia fue en 1992, cada travesía sigue siendo un reto y una oportunidad de aprendizaje.
Cocinar en un yate durante una travesía oceánica exige mucho más que habilidad culinaria. Las condiciones meteorológicas pueden cambiar rápidamente, con olas que superan los tres metros, poniendo a prueba no solo el barco, sino también a la tripulación. En situaciones como estas, el cuerpo se enfrenta a un estrés constante, con músculos en tensión para adaptarse al movimiento incesante del barco. Dormir se convierte en un reto, sobre todo cuando las olas golpean directamente la proa y provocan sacudidas violentas que pueden hacer que el cuerpo se mueva de manera brusca, a veces incluso lanzándote al suelo.
Recuerdo una travesía particularmente dura desde Malta a Arabia Saudita, en la que el movimiento del mar me arrojó contra el techo de la cabina en varias ocasiones. Estas experiencias te enseñan a adaptarte, pero también te muestran lo vulnerable que puede ser el cuerpo humano en situaciones extremas.
El mareo en el mar es un desafío común incluso para los marineros más experimentados. Las constantes sacudidas y el balanceo dificultan tareas simples como cocinar y dormir. Mantener el equilibrio en la cocina, mientras las olas golpean, requiere un nivel extra de concentración y adaptación. El cansancio y el mareo pueden generar una sensación de vacío mental, donde el cuerpo y la mente parecen desconectarse.
El mareo no discrimina, y he visto a marineros veteranos, con años de experiencia en el mar, sufrir tanto como aquellos que se aventuran por primera vez. En una travesía por el Atlántico, compartí camarote con un marinero que llevaba años navegando en regatas. A pesar de su experiencia, sucumbió al mareo antes que yo. La sensación de náusea y pérdida de apetito es común, aunque en algunos casos, el estrés puede provocar un aumento repentino del hambre.
Durante una travesía, la nutrición es clave. Antes de zarpar, es vital que la tripulación se hidrate y consuma alimentos nutritivos. Durante el viaje, el consumo de bebidas calientes sin cafeína y sopas es altamente recomendable, mientras que el alcohol debe evitarse, ya que ralentiza los reflejos y agrava el mareo.
En cuanto a la dieta, los carbohidratos de fácil digestión, como las patatas, cereales y pasta, son fundamentales. Los alimentos pesados y grasos dificultan la digestión, especialmente en condiciones de mar agitado. Sin embargo, he visto casos en los que, incluso en medio de una tormenta, algunos marineros (incluido yo mismo) deseaban comidas más suntuosas, aunque el barco se sacudiera y los muebles volaran a nuestro alrededor.
El jengibre es uno de los remedios más efectivos para el mareo. Estudios controlados han demostrado que consumir entre 1 y 2 gramos de jengibre puede reducir los síntomas del mareo. Esto se debe a que el jengibre ayuda a regular la liberación de hormonas del estrés, que son las que provocan vómitos y dificultades respiratorias en situaciones de malestar.
Cocinar en un yate requiere tomar medidas de seguridad adicionales. Las ollas y sartenes deben asegurarse con rejillas y alfombrillas antideslizantes para evitar que se deslicen. Los armarios y cajones tienen sistemas de bloqueo, y todos los utensilios deben estar asegurados, especialmente durante las noches cuando el mar puede empeorar.
A medida que el barco se inclina, incluso los equipos de medición como las básculas pueden volverse ineficaces. Por eso, siempre recomiendo el uso de medidas estándar como tazas y cucharas para garantizar la precisión en las recetas. Además, es fundamental organizar los ingredientes en bolsas etiquetadas para facilitar el acceso durante momentos difíciles.
Afortunadamente, los yates a motor suelen ser más estables que los de vela, gracias a sus estabilizadores que compensan los movimientos del mar. Sin embargo, en travesías largas, como chef, la cocina se convierte en un refugio donde puedo ofrecer momentos de felicidad a la tripulación a través de la comida.
Las travesías, aunque desafiantes, ofrecen un tiempo de calma y reflexión para los chefs privados como yo. Entre las duras temporadas de trabajo, estos viajes son una oportunidad para relajarse, leer esos libros que quedaron pendientes y fortalecer los lazos con la tripulación. Nos convertimos en una familia unida, compartiendo largas guardias, momentos de silencio bajo las estrellas y conversaciones profundas sobre la vida en el mar.